Hojeaba ayer unas páginas de Lobezno, un cómic editado por Panini en España.
Leer cómics de superhéroes es una de esas aficiones juveniles que no he dejado atrás.
Y no soy de los que tratan de explicar esta afición aludiendo a segundas o incluso terceras lecturas que nos abren un universo metalingüístico inicialmente oculto.
No, simplemente me gustan los comics de superhéroes en los que el Bien lucha contra el Mal y siempre gana.
Hojeaba unas páginas de Lobezno, decía, y me acordé de cierto discurso al que se suma la mayor parte de la izquierda y un sector cada vez más considerable de la derecha .
En el cómic se llegaba al final de una trama que había durado seis números (doce en la edición americana).
Un tipo llamado Gorgon se convierte en el líder de La Mano e Hydra, dos organizaciones que seguro les sonarán a quienes alguna vez hayan sido aficionados a los tebeos de Marvel.
La Mano es una secta oriental formada por ninjas muertos y posteriormente resucitados.
Hydra tiene un lema, que es: "Corta una cabeza y crecerán dos nuevas".
Gorgon tiene un objetivo. Aniquilar a todo ser vivo, como acto de pureza dirigido a Dios.
Todos los anhelos de los grandes villanos de los comics pueden resumirse en dos variables: o bien quieren dominar el mundo, o bien destruirlo.
Sólo difieren en el método empleado para conseguirlo.
Afortunadamente, siempre hay un grupo de héroes que le hacen frente. Y siempre ganan.
Volvamos a la historia con la que comencé.
El tal Gorgon consigue unos archivos en los que Reed Richards, el líder de Los Cuatro fantásticos y uno de los tres mejores cerebros del universo Marvel, había volcado los diseños de varias armas con las que hacer frente a amenazas intergalácticas de gran magnitud.
Una de ellas, por sí sola, es capaz de destruir cualquier atisbo de vida en la Tierra.
Las cosas pintan muy mal, pero siempre hay una solución.
SHIELD, una organización dedicada a prevenir ataques a gran escala, se alía a Lobezno y a Elektra para acabar con la amenaza de Gorgon.
Consiguen los planos de todas las bases terroristas. Forman un grupo de asalto masivo. Y comienza la carnicería. Finalmente, Lobezno mata a Gorgon y así acaba la historia.
Simple y eficazmente, y con muchos muertos -amigos y enemigos- en el camino.
Bien, no soy muy amigo de las analogías, pero la verdad es que no pude evitar pensar en cierto discurso dominante de estos tiempos que nos ha tocado vivir.
El de exigirle a "las fuerzas del Bien", es decir, los países pertenecientes a lo que conocemos como Occidente, la excelencia en el trato a quienes le han declarado la guerra. Se les exige que trate a sus enemigos como si fueran ciudadanos occidentales.
Por ejemplo, cuando eliminaron a Al-Zarqawi, oí varias veces que lo que tenían que haber hecho era atraparle y concederle un juicio justo.
Otro tanto ocurre cuando Israel elimina a terroristas palestinos.
Incluso un director de cine como Spielberg se permitió decir en varias entrevistas que las acciones llevadas a cabo por el Mossad después de la masacre de Munich no sirvieron más que para acrecentar la famosa "espiral del odio".
Desafortunadamente, ellos no lo ponen fácil.
No es tan sencillo como llamar a la puerta de un líder terrorista y preguntar:
- ¿Es ahí donde vive el señor ese que pone bombas?
- En efecto, ¿en qué puedo ayudarle?
- Nada, que venía a pedirle amablemente que me acompañase a mi país para poder juzgarle por crímenes contra la humanidad, si le parece bien.
Así que hay que elegir entre asesinar a sangre fría a un terrorista capaz de causar la muerte de decenas de personas, o dejarle libre y esperar que no cometa los crímenes para los que ha sido entrenado.
¿Alguien se imagina a Lobezno tratando a los asesinos de La Mano con la pulcritud que exige el "canon bienpensante"?
¿O a Batman pidiéndoles educadamente a los matones que revelen el lugar donde se va a llevar a cabo un crimen?
No, y si el Mal es vencido es gracias a que los héroes se saltan en mayor o menor grado el "código de buena conducta".
Pero, en fin, qué tontería.
Estamos hablando de un cómic, donde todo es ficción.
No es comparable a la realidad. Menuda estupidez que acabo de escribir.
No, ciertamente, no tiene nada que ver.
Si un día los superhéroes no fueran capaces de vencer a Kang o a Galactus, llegaría un momento en que el plan del malo de turno fallase por algún detalle imprevisto. Y allí estaría Reed Richards, o el Capitán América, para devolver las cosas a su estado normal.
Pero en nuestro mundo, las cosas son mucho más fáciles.
Basta que algún pirado con poder nuclear decida limpiar una parte de Occidente para que se desate la tragedia.
Bin Laden ya demostró lo que alguien con un objetivo claro puede llevar a cabo con tan sólo un puñado de aviones.
Kim Jong Il posee el poder nuclear. Ahmadineyad, quien ha repetido en varias ocasiones que expulsará a los judíos al mar, va camino de conseguirlo.
Y quién sabe cuántos líderes totalitarios poseen ya o están a punto de conseguir armamento nuclear.
El Mal sólo necesita triunfar una vez, y entonces no habrá posibilidad de lamentarse.
Pero parece que una buena parte de Occidente no quiere darse cuenta.