"Humanas actiones non ridere, non lugere, neque detestari, sed intelligere"
Baruch de Spinoza.
"Dice un personaje de Casablanca que renunciar a luchar es estar muertos.
España, ayer, decidió morir: estaba en su derecho."
Gabriel Albiac. 16-03-2004
Dos años y diez días es el intervalo que va desde el 14 de Marzo de 2004 hasta el 24 de Marzo de 2006.
Ambos días pasarán a la Historia de dos modos distintos, dependiendo de la racionalidad de quien los interprete.
Porque es a eso a lo que nos enfrentamos, hoy y siempre. A la contienda entra razón e irracionalidad.
Para aquel en quien la parte irracional se impone a la lógica, aquel que habla en términos como "esperanza", "felicidad", "futuro" y similares, ambas fechas señalan dos acontecimientos distintos, pero relacionados de algún modo.
El 14-M supuso la reacción de la ciudadanía frente a la irresponsabilidad de un Gobierno que nos metió en una guerra, decisión por la que sufrimos la ira de los desposeídos en forma de atentados. Reacción que alejó de España el fantasma del terrorismo "internacional".
El 24-M supondrá la victoria del diálogo frente al terrorismo etarra, del apaciguamiento en lugar de la confrontación.
Quienes proceden racionalmente ante los hechos, quienes en lugar de alegrarse o entristecerse piensan y ven los acontecimientos de manera racional, interpretan ambos hechos de manera distinta.
El 14-M supuso, como bien ilustraron Cox & Forkum, la rendición de la soberanía española a los terroristas.
Antes del atentado, ni el socialista más iluso contemplaba otra opción que no fuera la derrota del PSOE.
En el momento en que explotó la primera bomba, la perspectiva cambió.
Se consiguó hacer ver a la mitad irracional del país que los atentados eran el resultado de la política del PP. Así de crudo, así de simple.
Nadie de esa mitad se molestó en pensar sobre determinadas cuestiones, como las amenazas previas a la guerra de Irak, guerra en la que por cierto España sólo participó en misiones de logística y seguridad.
Nadie de esa mitad se molestó en pensar que estaba actuando tal y como los terroristas esperaban.
"Podemos influir en las elecciones de un país mediante atentados terroristas" era la hipótesis previa. El 11-M fue la comprobación y validación de esa hipótesis.
Cabe preguntarse por qué lo que funcionó en España no lo hizo en el Reino Unido o en los Estados Unidos. Por qué el 11-S sirvió únicamente para estrechar los lazos entre todos los americanos, mostrando al mundo cómo sobrevive una nación de valientes: combatiendo a sus enemigos.
El 14-M, en cambio, fue un día aciago para la mitad de España que racionaliza los acontecimientos.
Se vio cómo el país se plegaba al terrorismo en lugar de combatirlo.
Gabriel Albiac, tal vez el representante más lúcido de esa España que piensa, lo sintetizó mejor que nadie en una de sus columnas más acertadas. "Ganó Al-Qaeda", la tituló.
Y España se plegó no sólo el día de las elecciones, sino que se hizo de ese acto doctrina fundante de su proceder futuro en asuntos relacionados con el terrorismo islamista.
Se empezó hablando del terrorismo islámico como "terrorismo internacional"; se tomó la idea de la "Alianza de las civilizaciones" del líder islamista Jomeini como solución a ese llamado "terrorismo internacional", síntoma de un "mar de injusticia universal"; se permitieron reuniones de clérigos fundamentalistas en sedes del partido del Gobierno; se concedieron permisos para la creación de mezquitas por toda España, sin exigir contrapartida alguna; se toleró la censura islámica, explícita o implícita, en casos como el de las viñetas, o en el del escudo de Aragón; se comenzó a hablar de países como Qatar en términos elogiosos... y así hasta ahora.
Y llegamos al 24-M, que será dentro de dos días.
El hecho es claro: una banda terrorista, responsable de 1000 asesinatos, concede a los españoles el favor de no seguir matando, para profundizar, dicen en el comunicado, en el proceso de "otorgar al pueblo vasco los derechos que le corresponden".
No habla de entrega, de disolución, de desintegración de la banda. Habla de un alto el fuego permanente.
¿Permanente?
Cualquiera que tenga conocimientos mínimos no ya de teoría militar, sino simplemente de Historia, sabe que un alto el fuego es por definición algo transitorio, temporal.
Lo permanente es la rendición. O la victoria.
El término bélico -aun no siendo éste un conflicto bélico- que más podría acercarse a lo que viviremos el 24-M sería el de "armisticio".
Un armisticio es un alto el fuego indefinido sujeto a unas condiciones. En el momento en que estas condiciones se rompen, se acaba el armisticio.
(Abro un paréntesis relacionado con el 11-M y la guerra de Irak.
Tras la Guerra del Golfo, se firmó un armisticio con Irak. Sujeto a una serie de condiciones. Una de esas condiciones era que Irak se comprometía a no interferir y a facilitar las inspecciones internacionales sobre armamento. Irak dificultó primero e impidió después esas inspecciones. De manera repetida. Con lo que EEUU no declaró una guerra a Irak. Fue Hussein quien, al romper las condiciones del armisticio, volvió al estado bélico.
Esto lo sabe cualquiera que vea los acontecimientos desligados de cualquier pasión irracional. Es decir, menos de la mitad de los españoles)
Lo realmente paradójico de este "armisticio" es que no lo declara la potencia que va venciendo, sino que lo concede quien se encuentra en retroceso. Es un armisticio concedido por una banda terrorista al Estado que supuestamente debe combatirla. Y es el Estado quien debe someterse a las condiciones impuestas.
Es decir, el proceso de autodeterminación de la Comunidad Autónoma Vasca.
Y es entonces cuando comienzan a oírse las voces. Un paso importante, futuro esperanzador, paz en el horizonte, tranquilidad para los amenazados... todo este discurso tendría algún valor si ETA se hubiera disuelto, si se la hubiera derrotado militar o policialmente... pero, sinceramente, maldita la gracia que me hace el hecho de que los asesinos se compadezcan y me concedan el derecho a la vida.
Voces que parecen no acordarse de la extorsión, del chantaje, del terrorismo callejero, de la amenaza siempre latente de la vuelta a las andadas...
Voces que corren a celebrar la pérdida de la dignidad, que lloran por los ahora llamados "ausentes involuntarios", voces que rinden pleitesía a la cobardía, a la retirada de todos los frentes, de todas las batallas, voces agradecidas a sus verdugos, un síndrome de Estocolmo que se extiende como la peste, voces que pretenden esquivar el azote del terrorismo en lugar de combatirlo, que pretenden no molestar a los violentos para no volver a despertar sus iras.
Esas voces son la mitad de España. País de cobardes.